Ya hemos entrado en el 2006, el año de la normativa del civismo, el año de la ley antitabaco.
De la normativa y la ley ya he hablado, y comentado qué aspectos considero exagerados. Así que ahora tocaría ver el otro lado...
Madrugada del 1 de enero, fin de año (o inicio). Hacia la 1 de la mañana. Plaza Catalunya (Barcelona). Miles de personas salieron a la calle a celebrarlo. En varios puntos de la plaza, furgonetas de los mossos, un contingente extra, supuestamente para mantener el orden. A su alrededor, botellas rotas, gente tirada por el suelo, latas que volaban por los aires... Aquello no era una fiesta, ni siquiera una bacanal, ¡era un campo de batalla! Sin embargo, los agentes no se movían de su furgoneta (normal, no eran suficientes), a pesar de las provocaciones de los que estaban ahí fuera, como un tipo que en las Ramblas, en medio de un enorme círculo de botellas (de diámetro igual a la anchura del paseo central de la calle), se dedicaba a romper las que aún estaban enteras, gritar...).
Algo más abajo, 2 personas se enzarzaban en una pelea (con uno de ellos arrancándole al otro el pelo a manos llenas), mientras una chica extranjera (diría que de la Europa del este) gritaba a su lado.
¿Fiesta? ¿Libertad? Esa noche quedó patente que no sabemos aprovechar una cosa ni la otra. El exceso no es libertad, la provocación no es fiesta. Nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás, y no es divertido pasar miedo cuando estás de fiesta. Simplemente esa noche dejó patente que tal vez haga falta una normativa de civismo...
4.1.06
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