Un hombre ha sido detenido en Tenerife tras violar y apalear a la hija de 3 años de su pareja sentimental.
Así abrían hace unos días la mayoría de los telediarios, con un gran titular sensacionalista, mostrando imágenes del detenido, describiendo cómo había abusado sexualmente de una niña de 3 años y la había golpeado hasta causarle la muerte, y cómo después la había llevado al hospital en lo que parecía un remedo de arrepentimiento tardío o un gran cinismo. Y mostrando la reacción de sus vecinos, quienes a bien seguro le habrían linchado de haber tenido ocasión.
Al cabo de unas horas empezaban las primeras contradicciones: un nuevo examen del cuerpo parecía descartar la agresión sexual, mientras la propia madre de la víctima defendía la inocencia del acusado.
Finalmente, la autopsia ha revelado la verdad: NO hubo agresión sexual ni física. Las marcas de la niña no eran quemaduras sino una reacción alérgica. El padre biológico de la víctima también ha salido en defensa del acusado, y hoy los periódicos le dedicaban un par de columnas a su liberación sin cargos, totalmente exculpado gracias a la autopsia.
Las preguntas sobre este caso son bastante claras. ¿Dónde está la línea entre la obligación de informar y el sensacionalismo barato? ¿Hasta qué punto un medio de comunicación debe cuestionarse toda información que recibe antes de publicarla, o evitar emitir un juicio de valores al menos hasta haberse cerciorado de lo que está a punto de decir? Y por supuesto, también los espectadores deberíamos tal vez revisar nuestro sistema de juicio de valores, analizar hasta qué punto nos dejamos influir por aquello que nos llega sin ir más allá, sin poner nada en tela de juicio.
Los médicos que hicieron el primer análisis del cuerpo lo hicieron partiendo de una base errónea, buscando confirmación a una teoría que ellos mismos habían creado, en vez de simplemente buscar la verdad. Y hallaron esas pruebas que buscaban, a pesar de que no estaban allí. Eso ha causado que una persona pase un par de días detenido, que sus vecinos le hayan colgado una etiqueta que le costará eliminar. Y aunque la elimine difícilmente vivirá cómodo de nuevo rodeado de gente que no dudó en culparle de algo que no hizo.
¿Y cuántas veces no hacemos todos lo mismo, a uno u otro nivel? Tal vez va siendo hora de ser todos un poco más críticos con lo que se nos cuenta, y más objetivos a la hora de mirar lo que tenemos delante.
29.11.09
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