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26.11.09

Sube el cine

O eso parece. Estos días hay muchos dimes y diretes alrededor de la noticia de que Bruselas ha paralizado (que no suspendido, por ahora) las subvenciones para cine y televisión que había solicitado España. Por lo visto varios cineastas, entre ellos Fernando Trueba, han denunciado que con la nueva Ley del Cine dichas subvenciones sólo favorecerían a las grandes producciones y a los de siempre (menuda novedad, por otra parte, como si no lleváramos años ya en los que alguien que empieza no logra acceder a una subvención y luego a Isabel Coixet se la dan a pesar de no cumplir con varios de los requisitos).

Sin embargo, lo que dicen estos cineastas es cierto, pero también debería dar qué pensar. ¿Por qué las subvenciones favorecerían a las grandes producciones? Porque, si lo miramos desde la frialdad económica (ya que, por mucho que algunos se rasguen las vestiduras, el cine es, ante todo, un negocio y, si acaso en segundo lugar, a veces también un arte), son éste tipo de producciones las únicas que parecen tener en cuenta una cuestión tan simple como: si exportas tu película ganarás más dinero. A menudo olvidamos que fuera de nuestro país hay muchos otros países, y en todos ellos hay gente dispuesta a ver una película. Decimos que el cine español está en crisis pero aún así no nos molestamos en hacer productos que vendan, que recuperen dinero, que permitan hacer luego esas películas tan locales que tanto nos gusta ver por TV3 o cualquier otra autonómica.

Sobretodo es en momentos como el actual, en plena crisis, cuando más hay que pensar en la apertura de mercados, en la globalización, cosa que no impide hablar de temas locales (¿acaso los americanos dejan de lado su cultura cuando hacen una película como 2012, realizada para venderse en todo el mundo?). Y solamente de esta forma podrá el cine español superar el lastre de las subvenciones, e intentar optar por una nueva forma de producción que pasaría por el product-placement (insertar marcas en la película, de forma natural) o la inversión privada (empresas que decidan invertir en cine, igual que en bolsa, sabiendo que pueden ganar o perder, pero que tengan incentivos fiscales).

En cualquier caso, hoy la alarma la han dado los exhibidores, quienes alegan que con las nuevas cuotas de pantalla y con la nueva ley que les obliga a invertir una parte fija de los beneficios en renovación tecnológica, van a perder dinero a menos que vuelvan a subir el precio de las entradas, que en ciudades como Barcelona supera ya los 6€ en una sesión de día laborable. Y siguen quejándose de la pérdida de espectadores.
Esto debería nuevamente llevar a la reflexión, sobretodo si lo comparamos con Alemania donde, en los últimos años, el cine apenas ha subido un 2%, y la cifra de espectadores no ha hecho más que crecer. Sin embargo en España el cine en poco tiempo ha subido cerca de un 50% (no hace tanto una sesión laborable rondaba los 4.5€) y los espectadores han dejado de ir a las salas. Recordemos que un DVD se puede encontrar por unos 10€, y varias personas pueden verlo juntas. Si una pareja va al cine, son más de 12€ sin contar posibles palomitas.

¿Pero por qué sube tanto el precio? Revisemos a dónde se va el dinero. Originalmente, el 50% aproximado se lo quedaba la sala, y la otra mitad el productor, quien luego repartía entre los inversores. Ahora, una parte se la lleva la SGAE (derechos de autor de director, guionista y músico), otra AISGE (derechos de imagen de actores), otra EGEDA (productores), y el resto es lo que se reparten. ¿Qué hace más daño al cine, la supuesta piratería (digo supuesta porque sinceramente, dudo que más del 5% de lo que la gente ve por internet sea cine español, y la prueba está en las buenas cifras de películas como REC) o la recaudación por parte de empresas privadas a las que nadie les ha dado permiso pero a favor de las que se dictan leyes?

Conozco un caso particular, un actor que estuvo trabajando para una productora. Al llegar la nómina, le marcaban una parte como sueldo por las sesiones trabajadas y otra como derechos de imagen. Él firmaba conforme le parecía que ambas cosas quedaban bien pagadas. Sin embargo, luego AISGE llegaba para reclamarle a la productora un pago por los derechos de imagen de dicho actor (derechos de imagen que ya estaban pagados, y aún así volvían a pagar). Y lo mismo pasa con el resto (recordemos el bochorno de la SGAE al recaudar los derechos de autor de David Bisbal cuando él dio un concierto benéfico para un niño con una enfermedad genética).

En resumen, a veces el problema del cine no está en leyes o piratería u otras causas externas, sino que para variar tocaría mirar un poco más cerca y empezar por sacarnos la viga de nuestro propio ojo.

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